martes, 7 de agosto de 2012

Gente "pa tó" (IV): La fiambrera de las palabras resecas

Empeñado en no gastar, Mariano se ha obcecado en ahorrarse sobre todo titulares. El viernes, ante una jauría de periodistas hambrientos de una noticia que acompañe a oscuras estadísticas y sudorosas historietas de famosillos al sol, compareció con las palabras contadas y bien guardaditas en una fiambrera. Ofreció primero las recalentadas, para ver si picaban. Pero las viandas parecían resecas. Cuando, por su aviesa naturaleza o por mero rencor social, los plumillas afilaron el colmillo, Rajoy cerró apresuradamente la tapa. “Vámonos, tendrán ustedes que comer…”. Al final, la noticia era él, su propia presencia, acaso interesante en sí misma.  

Aun así, para disgusto de los noctámbulos pitonisos de la TDT, el presidente ya no evitó la palabra “rescate”; más bien se entretuvo jugueteando con el verbo subsiguiente... Si aquí esgrimía un dato, allá contraatacaba con la incertidumbre; cuando algún insensato osó aguijonearle con una opinión, él sentenció la discusión con un lugar común. En espiral infinita, en perpetuo bucle explicativo. “La situación es grave, no sabemos lo que haremos, haremos lo que convenga, convendrán ustedes conmigo que la situación es grave”. Tanto se ha aficionado al sobeteo del consenso que hace un par de semanas Soraya le sorprendió escribiendo una poesía en plural mayestático. “Es para Elvira”. “Ahí pone Angela”, repuso picajosa. “Chss”. “Tú verás”. “Es por España”. “Eso dicen todos”.

En público, Mariano habla poco y  no dice nada con palabras. Nada concreto. Echa levadura al discurso e intenta estirarlo para que llegue hasta el final de la legislatura. Los números, por el contrario, los cincelan a martillazos Montoro y De Guindos, los hombres de gris, para desesperación de esos informadores hipotensos y estupefactos que, decepcionados el viernes, examinan el BOE sabatino y los estadillos, llenos de inquietantes verdades, enviados a Bruselas. Ayer invisible, al presidente le gustaría hoy ser ininteligible. Hasta ha tenido que tomar el control de RTVE, no para que no inviten a la oposición, como apuntan los izquierdistas suspicaces, sino para que, en un ataque de pluralidad, no le inviten a él.

Este lunes le llamó Obama. A cobro revertido. Asi de austero es el mandatario superlativo. Durante media hora analizaron la crisis económica de España, de la eurozona y del mundo. En realidad, eso les llevó trece minutos, pero ninguno se decidía a despedirse tan pronto. Ambos, amigables, se interrogaron por la reelección; ambos, corteses, evitaron la respuesta. Por iniciativa del traductor, que había jugado al baloncesto en su juventud, Mariano alabó, sin demasiado eco, la contundencia del “Dream Team”. Luego felicitó a Barack por la llegada a Marte y le preguntó, con fingido interés, cuánto podría tardar España en conseguirlo. “No se ganó Zamora en una hora”, respondió el mandatario estadounidense, y nuestro presidente, sorprendido, empezó a sospechar dónde había jugado al baloncesto el traductor en su juventud. Así son los auténticos líderes. Inquietos, enigmáticos, políglotas. “Bye, bye, Mr. President”. “Buy, buy, and call me Mariano”.

El presidente español ya sólo disfruta en compañía de Superlópez. Un superhéroe de bajo coste, con los pies siempre en el suelo, que apenas consigue soñar cuando ve imágenes del planeta color puré. “Desaparezca una temporada, descanse con su familia, pero que no le retraten en el fútbol ni en los toros…”. Así que, de veraneo en Galicia, Mariano se enfunda cada mañana su traje de hombre invisible y, despojado de su sombra, sale un rato a pasear por la playa. Sobre las once, desayuna leyendo los anuncios por palabras. Si encuentra alguna bonita, la apunta para el solemne poema a Merkel. De regreso a casa, se enfunda el chándal olímpico español y, sentado en la hamaca, practica activamente el deporte pasivo. El desfile inaugural de los Juegos le entretuvo. El que acogió el Congreso, de antiguos banqueros que actuaron correctamente pero erraron en el diagnóstico, acabó inquietándole. El de las Comunidades Autónomas pidiéndole pasta le saca de sus casillas. Por asociación de ideas, en esos momentos acostumbra a contrarrestar su irritacion repasando en vídeo la final de la Eurocopa.  

Siente Elvira que, aun de vacaciones, el superhéroe de la podadera se encuentra distante y meditabundo, más preocupado que de costumbre. Tiene motivos. Algunos ministros se han molestado por su orden de llevar de casa, en un termo, el café al Consejo de Ministros. Él, para dar ejemplo, se presentó el viernes con una caja de pastas empiñonadas. Ingratos. El ambiente no mejoró y el debate se tornó farragoso, con la mesa cubierta de migas. Los periodistas incluso le insinuaron su decepción por la pobreza de su tupper de palabras. Manipuladores. Hasta  un funcionario con el sueldo amputado le espetó mientras aliviaban la vejiga en paralelo que la auténtica heroicidad olímpica en estos tiempos es llegar a fin de mes sin empeñar las medallas de la abuela. Y aún aspiran a que salve España…¡Que la rescate otro! (Pero esto tampoco debe decirlo).

Capítulos anteriores

Capítulo 1: Gente pa tó
Capítulo 2: El superhéroe de la podadera
Capítulo 3: El hombre invisible no tiene bolsillos

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