viernes, 27 de junio de 2014

Los-man-da-mien-tos-del-mís-ter


Noventa minutos y la gloria. Quizá otros treinta, quizá el fracaso. Ciento veinte y la agonía… La lotería de los penaltis.
  El momento de los listillos: “Su siete siempre lo tira a la derecha”.  Su siete estará  entonces tan tieso que será incapaz de distinguir una pierna de la otra. Además, de eso se encarga Putoamo, alguno parará… Mi problema somos nosotros. No-so-tros. El primer mandamiento del míster.  Hacer lo entrenado aunque salga mal. Aun-que-sal-ga-mal. Todos han apuntado en este papel y prometido, pro-me-ti-do, por dónde lo tirarán.  No quiero riesgos. 

Perder una final es una auténtica putada…  Al principio, nadie valora lo que ha costado llegar. Luego, que si justo o injusto; da igual, el resultado es el resultado y punto.  Merecido o no, ya da igual… El linier se comió el orsay, aquel  estúpido resbalón del central, la bola que rebota, el portero tirándose a un lado y mirando cómo entra por el otro…  Veteranos,  internacionales, algunos llorando, la cara tapada por las toallas. En una esquina, embaladas “para la eternidad”, no te jode, las camisetas de la celebración…  Me quedé allí,  derrumbado sobre un banco, agarrado a una botella cerrada de champán, rodeado de silencio, hasta que Putoamo vino a buscarme. 


Y cuando ya estás bien hundido, reventado por la tensión,  muerto de cansancio tras el vuelo, llegas al aeropuerto y quieren entrevistarte y estrujarte y felicitarte.  No, lo siento, no aspiro  a ser un deportista ejemplar.  Nos ganaron, pues que les den… Prefiero abrazar a los chicos, cagarme en mi puta vida y desaparecer despacito por un túnel imaginario hasta un lugar donde nadie me reconozca.  Y aún así siempre aparece un impertinente. “Mira, el que perdió…”. No, no se equivoquen... Dos campeonatos, dos finales. El-su-per- mís-ter. 
“Atentos, muy atentooos…  Que saque el trece, coño,  el tre-ce...”. Cenizo aporta equilibrio. El segundo mandamiento. Con él ahí, los dorsales de todas las líneas suman la misma cifra. Pura matemática, una de esas reglas que el fútbol todavía oculta. No seré yo quien la cuente.  Algún suplente envidioso lo largaría  … y titulares, tertulias,  que si chochea… y despedido, y a las batallitas en los bares. Qué sabrán. Otros están obsesionados con la presión, el toque o el contraataque, y les hacen la ola.   

El fútbol es todo eso. Y más… Mi ayudante tiene razón cuando habla del talento, la calidad individual …  Claro que puede decidir un partido. Pero antes hemos tenido que construir el equipo. Equipo y equilibrio. Equi-po. Equi-librio. Equis. Empate garantizado. Y a partir de ahí, lo que venga…  Porque si nunca pierdes es muy probable que algún día acabes ganando. Vale, otros ganan más, pero ganar con buenos no tiene mérito.  Y justo la vez que éramos mejores acabamos palmando


Mira Cenizo. Está cagao. “Sí el trece, tre-ce”, que coja confianza… “Grande, Cenizooooo, a tu sitiooo”.  Ahora que circule la bola… Tercer mandamiento. Nunca he perdido cuando hemos mantenido el control de la pelota durante todo el primer minuto. Atrás, perfecto, sin complicarnos… “Putoamo, en corto a este lateral… ¡No, patadón, nooooo!”. Cincuenta y cuatro segundos.. . “¡Arriba, todos a presionaaar!”. La suerte juega. Pero hay que perseguirla. Y conquistarla con la regla de oro, la que asegura la victoria: el que la toca el primero tiene que tocarla el último.    

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